Del rice and beans al gallopinto, de la cumbia de salón al Baile de la Polilla en Alajuela, la cultura costarricense está viva y su incesante movimiento es el que captura Héctor Gamboa Goldenberg con ojos asombrados y oído retahilero.
Estas imágenes y cuartetas del país de acuantá -“hace un rato” en jerga criolla-son nuestro álbum de familia. Una hermosa tómbola o rueda de Chicago de la vida tica que da “…otra vuelta completa de la tierra… y todo continúa, todo pasa, y la vida en la muerte se completa”, como dice Héctor en una de las rimas que acompañan las ilustraciones.
Quien dude de la vitalidad de la cultura popular costarricense en el siglo XXI puede solazarse con estas páginas entrañables y comprobar que hay muchas Costa Rica, y que no todas pueden reducirse al expedito pura vida. De la euforia del swing a la nostalgia del bolero, en Acuantá hay de todo como en botica: casados y granizados, turnos, mascaradas y cimarronas y un pueblo que proclama en cada uno de sus actos sus raíces multiculturales.
Al final de este viaje por lo más nuestro nos queda retintineando en el alma uno de los poemas de Héctor: “El futuro es lejano y es ignoto, el pasado no pasa todavía, solo existe la sola algarabía y no se vale echar en saco roto (…) esa utopía”.(Carlos Cortés)
En Ana Rana tiene sed, las ranas, muy afectadas por la crisis ecológica pero al parecer más sabias que los seres humanos, inician la lucha para revertir la situación dirigiéndose a los niños de ahora, que serán actores claves del futuro. Con su acostumbrada maestría, el ilustrador Adián González da vida a estas ranitas multicolores que, por poco, no pueden contar el cuento.
Héctor pintó este libro de memoria. Se lo sabía desde hace muchos años, desde que el asma infantil lo hizo emigrar a Nicoya, donde sus pulmones no mejoraron pero sus ojos sí. Desde niño los ojos de Héctor se bebieron los cincuenta tonos del jaragual seco, los colores precisos de la densa falda del malinche, el paso gris del yunque de las nubes sobre los potreros pardos.
Juan, Ana y Tito vuelven de la escuela a su casa en El barrio de la lluvia. Engañosamente apacible, el barrio vive bajo la terrible amenaza de una inundación que en un santiamén podría exterminar a sus habitantes. Pero los niños de ese barrio especial están preparados. Así, cuando un fuerte aguacero los pone en peligro recurren a su familia y a su imaginación dando lugar a una serie de acontecimientos curiosos, sorprendentes y mágicos.
Con El misterioso final de nada en particular, Adián González pule su tarjeta de presentación con un brillo extremo. No nos cansamos de decirlo: la editorial La Jirafa y Yo se enorgullece de contar con uno de los grandes ilustradores de nuestra América.
¿Qué vive más allá de nuestro temor a lo desconocido?
Allí, en ese lugar inexplorado y remoto, donde la luz no es suficiente, el terreno es abrupto y vemos por doquier amenazas que hacen flaquear nuestra voluntad: ¿qué encontraremos?
En cualquier caso, querido lector, los personajes de este libro exploran con humor ese paraje.
Algunas de las expresiones son muy autóctonas. Otras nos llegan desde la cuna del idioma español, pero todas tienen un salero propio que facilita el diálogo. Este es un libro instructivo y divertido a la vez. Es decir, es un libro ¡“Pura vida”!
Más allá del Alarido, además de una narración ilustrada, es una artimaña para traer a la vida, usando como vehículo los cuentos que nuestras abuelas desempolvaban en las noches de apagón, el delicioso terror de las narraciones populares de espantos y aparecidos. Aquellas que permitieron a tantas generaciones de niños, en tiempos más ingenuos y menos cínicos, escudriñar sin peligro en las dificultades de la vida y preguntar a los adultos sobre el sentido de su mundo sin despertar sospechas…